domingo, 13 de diciembre de 2015

Inquietantes coincidencias

Es lo que nos toca a los usuarios del automóvil. Estamos en manos de unos ediles que usan el bastón de mando de una forma populista, ignorante y sectaria. Un buen ejemplo de esto lo tenemos en el cinturón de Valencia y afecta a seis pueblos con sus respectivos regidores.



En esta zona que entre todos suman una población de 60.000 habitantes, con y sin carné de conducir, las ("alcaldadas") de turno han tenido la ocurrencia de despachar cerca de 24.000 sanciones de 200 euros en los últimos cuatro meses. Nada nuevo bajo el sol, si tenemos en cuenta que con la coartada de proteger de los puntos negros y en nombre de la seguridad vial, esta pandilla contrató a una empresa privada que con una docena de radares se lleva el 30 por ciento de la sangría recaudatoria de estos consistorios.

Claro que mucho más lamentable es lo que pasa en mi pueblo, que es Madrid. Aquí el Ayuntamiento ya tiene el objetivo de conseguir en multas casi 120 millones de euros, incluyendo el 50 por ciento de pronto pago. Algo que seguro conseguirán a base de radares ocultos con límites de velocidad desde 30 km/h, áreas de restricción de tráfico con cámaras ocultas o la multiplicación de sanciones por estacionamiento en la ampliación de zonas prohibidas. Sumen a esto las numerosas calles cerradas al tráfico, los nuevos protocolos por polución y las vías convertidas para pasacalles, clases de yoga, o lo que se tercie y tendrán como resultado hacer la vida imposible a los automovilistas para que dejen el coche en casa.

Nadie defiende la importancia del sector

De ahí que resulte lamentable que al margen de la actitud de estos satélites políticos, no exista ninguna voz que aclare lo que significa la industria española del automóvil como uno de los sectores más importantes de la economía española. De hecho, las plantas instaladas en nuestro país ensamblan 9.000 vehículos diarios, la tasa más alta desde 2008. La facturación conjunta de vehículos y piezas es de 77.000 millones de euros, la actividad de todo el sector supone un 10 por ciento del PIB y casi el 9 por ciento de la población activa depende del mundo del motor.

Una situación que nos coloca como el octavo fabricante de automóviles del mundo y que podría torcerse si las ventas nacionales se desploman. Por eso lo triste es que ante tanta persecución del automóvil, no exista ninguna plataforma social que lo defienda como corresponde.

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